Las Formas de la Deuda y la Confianza en un Mercado de Quito, Ecuador

Taxonomías Emic: La Diversidad de la Deuda

Tras la crisis financiera reciente, la deuda—sea doméstica, relacionada a préstamos educativos, a déficits gubernamentales o a los argumentos sobre los sistemas monetarios basados en la banca de reserva fraccional—se ha convertido en un punto de ignición clave para la discusión entre académicos, periodistas, políticos, manifestantes, entre otros.[1] De los movimientos Occupy a los clamores en contra de la deuda soberana, pasando por las discusiones respecto a los programas de austeridad, todos han llamado la atención sobre el papel central de la deuda como causante de las crisis financierasrecesiones económicas y la creciente inestabilidad y desigualdad.[2]

Después de empezar mi trabajo de campo en Quito, Ecuador (acerca de cómo la dolarización y otras formas de transformación legal e institucional se desarrollan a través de la llamada “economía popular y solidaria”), me encontré con una ex-autoridad del municipio, quien había estudiado para ser antropóloga. “Tendrás que prestar atención a cómo usan el crédito,” me dijo, después de haberle explicado que trabajaría en parte con comerciantes de un mercado del centro histórico de Quito. “Los vendedores siempre están endeudados. Es patológico”. La obligación financiera juega un papel importante en los negocios y las vidas de los comerciantes, pero las relaciones que constituyen la deuda en el mercado distan mucho de ser homogéneas. Gustav Peebles (2010) indica que dada toda la literatura antropológica, “el crédito” tiene connotaciones morales ventajosas y productivas mientras que “la deuda” se relaciona con la falta de libertad y se trata como una carga ética. El crédito, dice Peebles, se describe como el poder, y la deuda como la debilidad. Sin embargo, el crédito y la deuda en el mercado quiteño donde trabajo son aún más diversos. En este post quiero enfatizar esta diversidad.

Veamos, por ejemplo, el libro de cuentas de una comerciante— a quien llamaré Bárbara, pseudónimo que ella misma sugirió. Bárbara vende zapatos de niñas y niños y, como casi todos los comerciantes del mercado, compra su mercadería a crédito a dos grupos de proveedores: fabricantes y comerciantes mayoristas, por un lado, y, por otro, un grupo de mujeres afro-ecuatorianas. Estas mujeres—llamadas “cacharreras” o frecuentemente “las morenas” (un termino racial que merece su propia exegesis)—traen zapatos de Colombia como contrabando. Bárbara le extiende cheques posfechados al primer grupo, usando su cuenta bancaria con el Banco Pichincha, y paga al segundo en efectivo.

Bárbara anota todos los cheques posfechados que ha extendido a los fabricantes y mayoristas en la sección primera de su libro de cuentas, que era originalmente una agenda (ver Figura 1). Cada nota contiene información básica sobre las fechas futuras de los cheques, el proveedor a quien originalmente se dio el cheque, y la cantidad debida. Bárbara depende de estas notas para poder pagar sus deudas a medida que se vencen—es decir, para asegurarse de tener suficientes fondos en su cuenta bancaria para cubrir la cantidad del cheque cuando el acreedor viene a cobrarlo. De hecho, el proveedor a veces utiliza el cheque como medio de pago para cubrir sus propias deudas con otros acreedores.

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Figura 1: Deudas debidas a los fabricantes y mayoristas pagadas con cheques

En la parte de atrás de su libro de cuentas, Bárbara mantiene un registro de las deudas que debe a las cacharreras y sus pagos semanales de efectivo a ellas (ver Figura 2). En esta sección, su libro de cuentas consiste en una serie de cálculos matemáticos que suponen la suma y los descuentos de la deuda actual con una mujer determinada dependiendo de sus pagos o sus pedidos adicionales. Es un recuento fluctuante de las variaciones en una relación en curso de deuda.

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Figura 2: Deudas debidas a cacharreras pagadas en efectivo

Bárbara tiene otras deudas también, las cuales ha clasificado con una metodología que coincide con las taxonomías emic de los otros vendedores: Paga mensualmente un préstamo de una cooperativa de ahorro y crédito (realizado para comprarse su carro de segunda mano) y por un anticipo de dinero que recibió a cambio de algunas joyas en el “monte de piedad” de otro banco.[3] Debe a su madre dinero, pero a esto no llama “deuda” ni “crédito” sino simplemente “una ayuda.” A veces pide un sobregiro al banco donde tiene su cuenta corriente para cubrir ciertos déficits hasta que pueda depositar la cantidad necesaria para igualar a los exigibles que están por vencer. Asimismo, como todos los comerciantes, ofrece y pide cantidades pequeñas de dinero durante el día para poder tener cambio para sus clientes; estas deudas (usualmente de un, cinco, o diez dólares) se pagan “en seguida.” Finalmente, en el pasado Bárbara ha recurrido a una fuente común de financiamiento, la cual sigue siendo común en el mundo del mercado y comercio minorista en Quito: los préstamos ilegales de alto interés, o la usura, que los ecuatorianos llaman “el chulco.”

Tipo de relación de deuda

Prestamista

Forma de valor (de la deuda)

Forma de valor (del pago)

Plazo

Propósito

Garantía

Mercadería a crédito (cheques) Fabricantes, artesanos, o mayoristas con cuenta bancaria Mercadería Cheques posfechados 15, 30, 45, o (rara vez) 90 días Mercadería Cheque
Mercadería a crédito (efectivo) Cacharreras Mercadería Efectivo Pago semanal, cuenta corriente de largo plazo Mercadería Ninguna
Ayuda Familia Efectivo Efectivo Largo plazo (meses, años) Ayuda, cariño, o lazos afectivos Ninguna
Préstamo bancario Banco Depósito (retirado en efectivo) Depósito Variable (usu. meses, años) Variable Exhaustiva (escrituras de casa, carro, etc.; recomendaciones personales)
Giro Banco Depósito (retirado en efectivo) Depósito Una semana Cubrir otras deudas Ninguna
Empeño Monte de piedad Efectivo Efectivo Variable (usu. meses, años) Variable (frec. para cubrir otras deudas) Joyas
 Dar cambio de monedas Vecino, otro/a comerciante Cambio (dinero fraccionario) Cambio (dinero fraccionario) En seguida Obtener cambio para un cliente Ninguna
Chulco (usura) Chulquero/a (otro/a comerciante, vecino/a, prestamista) Efectivo Efectivo Pagos diarios o semanales Usu. para cubrir otras deudas o empezar otro negocio Tasa de interés alta, título de propiedad, letra de cambio

Las características destacables de cada relación relativa a lo que se reconoce como “deuda” varía de categoría a categoría; a veces lo que importa es el prestamista, a veces el propósito o uso del préstamo, y a veces la forma que toma la deuda o el pago (v.g., cheques versus efectivo).

Asimismo, las distintas formas relacionales de deuda vienen acompañadas de diversas capacidades e implicaciones. Utilizar cheques, por ejemplo, ofrece flexibilidad de pago: los comerciantes establecen la fecha de los cheques posfechados para aprovechar el periodo de procesamiento que necesitan los bancos ecuatorianos para concluir una transacción bancaria. Además, usan siempre cheques cruzados (que no pueden ser cobrados, solo depositados) para prolongar este periodo de procesamiento. Al poner fechas que coinciden con sábados, domingos, o lunes en los cheques, y al marcar los cheques como cruzados—sabiendo entonces que los bancos usualmente necesitan veinticuatro horas para transferir los fondos entre su cuenta y la del proveedor—Bárbara puede asegurarse de tener por lo menos hasta la mañana del lunes para vender más, ir al banco, esperar en la fila y depositar el dinero necesario para cubrir el cheque al último minuto.

Las deudas de las cacharreras, por otro lado, vencen cada sábado, y si Bárbara no tiene los fondos suficientes, lo único que puede hacer es intentar negociar con las mujeres o tranquilizarlas. Así, en lugar de pagar con cheque, que requiere que uno pague todo al mismo tiempo—la utilización de efectivo permite que los y las comerciantes paguen sus deudas a lo largo del tiempo—es decir, mantener una cuenta corriente con la cacharrera, añadiendo y restando de la deuda durante el curso de una relación de largo plazo.

Estas formas de deuda  pueden ser agrupadas de distintas maneras para constituir diversos portafolios o carteras de deuda. Los comerciantes intentan—pero siempre dentro de las limitaciones (a veces negociadas, frecuentemente no) exigidas por los prestamistas—mezclar y combinar diferentes formas relacionales según sus necesidades particulares, las cuales también pueden cambiar con el paso del tiempo. Además, los comerciantes tratan de mantener abiertos los canales entre formas de deuda, para que puedan convertir una forma en otra, si fuese necesario. (Bárbara, por ejemplo, acudió a su madre para un préstamo para cubrir el costo de un giro bancario, transformando una deuda estrictamente regulada de corto plazo a una relación flexible de largo plazo, un préstamo a una ayuda.) La ventaja más grande de la ecología monetaria peculiar del mercado, según los comerciantes, es esta diversidad y flexibilidad formal.

La Deuda y la Confianza

Lo transversal a cada una de estas formas de deuda y por tanto a cada uno de los portafolios de deuda de los comerciantes es una relación social reconocida explícitamente como “la confianza.” Según ellos, la confianza se refleja—y también es producida en parte por—un estado de conocimiento sobre otras personas. Cuando está presente, la confianza da un sentido de seguridad, estabilidad, regularidad, y fiabilidad—una constancia. Temporalmente, la confianza conlleva un conocimiento orientado al futuro; sin embargo, también implica una continuidad, una falta de (o libertad frente) el cambio. Cuando está ausente, “se nota,” Bárbara dice, y el suelo de lo social incluso parece derrumbarse; sospecha, amenaza, duda, e incertidumbre—“la desconfianza”—se apoderan de la situación.

En la ecología de la obligación monetaria del mercado, la confianza juega un papel clave: el de iniciar las relaciones de deuda y mantenerlas conforme avanza el tiempo. Por un lado, la confianza sirve como garantía para los prestamistas; en la tabla de arriba, por ejemplo, en las relaciones de deuda que no parecen involucrar una garantía, la confianza cumple el rol de la garantía provista de papeles o propiedad. Por otro lado, la confianza puede servir como valor común a las formas de deuda y permite conversiones entre ellas.  De esta forma, una comerciante puede transferir la confianza de una relación a otra, haciendo uso de su reputación para obtener una relación con otro proveedor o prestamista o haciendo uso de un “pozo” de confianza de una relación de deuda para utilizar estos fondos para cumplir con otra responsabilidad.

No se quiere decir, sin embargo, que la confianza automáticamente acompaña cualquier relación de deuda. Funciona al contrario: los comerciantes tienen que cultivar activamente la confianza a través del mantenimiento de sus relaciones con proveedores y prestamistas y especialmente a través de pagos hechos en su totalidad y a tiempo. Manejar la confianza, me explica Bárbara, es una manera de manejar el riesgo a través de la gestión de la credibilidad que uno proyecta al resto. Pero como tal, manejar la confianza exige el manejo de la auto-presentación y de las relaciones personales, un compromiso social dinámico y regular que implica conocimiento y valoración.

Como sugiere Richard Swedberg en un artículo mencionado en un post reciente de este blog, tanto la confianza, como la deuda, han surgido como punto de contención después de la crisis financiera de 2008-09. Un estudio, por ejemplo, propone que el porcentaje de estadounidenses con “casi ninguna” confianza en los bancos está actualmente a un nivel mucho más alto comparado con registros históricos recientes.[4] Tal conclusión parece obvia en medio de las lamentaciones sobre una llamada “crisis de confianza” o “déficit de confianza” respecto a las instituciones financieras y los bancos centrales. Además, esta desconfianza implica quizás no solo la deuda, sino también el dinero (y especialmente el dinero fiduciario respaldado por el Estado) y el gobierno—como indican Occupy y movimientos relacionados, el resurgimiento de las teorías del dinero basado en su “valor intrínseco” (v.g., el oro), la creación de dineros digitales (v.g., Bitcoin) sistemas de pago alternativos (v.g., Dwolla), y otras formas de innovación y experimentación con el dinero y las finanzas. Tal desconfianza también se hace eco de las interpretaciones de la crisis financiera que enfatizan el hecho de que los bancos y otras instituciones no evalúan adecuadamente el riesgo crediticio. Es decir, la desconfianza en los bancos y los gobiernos entonces se puede relacionar a la reacción contra la deuda, y tal posición que une la deuda, la (des)confianza, y las instituciones del Estado domina la experimentación monetaria actual.

La creatividad monetaria, expuesta por medio del manejo de las diversas formas que toman sus obligaciones financieras—es decir, sus deudas—es parte de la vida diaria de los comerciantes minoristas de Quito también. Es claro que debemos prestar atención al trabajo de la confianza en la deuda, como práctica del comercio en Quito o componente de las crisis económicas. Pero, como demuestran las experiencias de los comerciantes endeudados, también debemos prestar atención a la forma—pues las relaciones de la deuda vienen en diferentes estilos, con diversas implicaciones y capacidades, y se pueden utilizar de variadas maneras. Finalmente,  quisiera enfatizar que dar atención a la forma también involucra pensar sobre la socialidad desordenada de la obligación y la credibilidad.

Taylor C. Nelms

Muchas gracias a Lourdes Aguas por su ayuda en revisar la traducción de este post.

Referencias

Graeber, David. 2010. Debt: The First 5000 Years. New York: Melville House.

Elyachar, Julia. 2005. Markets of Dispossession: NGOs, Economic Development, and the State in Cairo. Durham, NC: Duke University Press.

Peebles, Gustav. 2010. The Anthropology of Credit and Debt. Annual Review of Anthropology 39: 225-240.


[1] Ver, por ejemplo, los comentarios ofrecidos en cuanto al libro de David Graeber, Debt: The First 5,000 Years (2010), en el blog Crooked Timber, además de la respuesta de Graeber.

[2] Esto representa un giro completo de los argumentos durante los años 90 y principios del 2000 acerca de lo que caracteriza Julia Elyachar (2005) como “deuda de empoderamiento.”

[3] “Monte de piedad” se refiere a una casa de empeños. En Ecuador, hay un “Monte de Piedad” del gobierno, pero algunos bancos privados también tienen empresas filiales que se llaman “montes de piedad” (por ejemplo la “Olla de Oro” del Banco Solidario).

[4] 42% (en comparación a 13% en 2006)

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Comments

  • joseossandon  On April 24, 2012 at 7:48 am

    Muy bueno Taylor. Como suele decir A.Wilkis, es importante seguir resaltando que el supuesto que ve a los pobres o comerciantes informales como “excluidos de las prácticas monetarias y financieras” es simplemente falso. Pero creo que lo que muestras, de modo similar a lo que hemos encontrado en nuestro estudio de usos de tarjetas comerciales, permite ir un paso más allá. No sólo hay prácticas financieras, sino que además son muy complejas! Tu comerciante debe lidiar con múltiples fuentes de crédito, cada uno con sus propios plazos, tipos de garantías,etc. Seguir este proceso, creo, no sólo ayuda a aprender de la “informalidad” sino que de modo más general de la racionalidad particular de las finanzas, que debe lidiar entre múltiples tipos de valor y circuitos comerciales, y facilitar la convertibilidad entre ellas. Slds. j

  • tnelms14  On May 17, 2012 at 5:07 pm

    Gracias José. Creo que enfatizas exactamente lo que quería sugerir. Por un lado, las prácticas monetarias y financieras del “sector popular” (la frase más común en Ecuador—acompañada frecuentemente por el “sector solidario” o la “economía solidaria”—para describir lo que antes se denominaba “lo informal”) son increíblemente diversas y complejas. De hecho, creo que las prácticas financieras cotidianas como las que destaco en mi post ofrecen una perspectiva desde la cual podemos considerar las finanzas de manera general, como indicas. Por otro lado, entonces, tu idea de que tal vez las finanzas requieren el manejo de varios sistemas de valor y de circuitos comerciales, y de que mucho del trabajo financiero implica buscar maneras de vincularlos—facilitar la convertibilidad—me parece muy útil y potencialmente poderosa. Si las transacciones financieras conllevan este tipo de trabajo de convertibilidad, la forma en que se expresa el valor se convierte en un tema de investigación importante, especialmente respecto a cómo se manipulan las múltiples formas del valor. Tengo dos preguntas: 1) ¿Puede ser que la confianza resulta de la facilidad (o estabilidad) de ejecutar dichas operaciones sin perder valor? Y 2) ¿Cómo transformaría esta visión de las finanzas nuestro proyecto político? ¿Qué significaría considerar como una meta política la provisión de los medios (o de las infraestructuras) accesibles y públicos para hacer tales conversiones entre formas de valor?

  • joseossandon  On May 20, 2012 at 7:44 am

    Hola Taylor, son muy buenas y difíciles preguntas y por lo tanto no tengo nada claro al respecto. Quizás una pista pueda ser entender que la confianza no es solo un asunto inter-personal (entre el que presta y el que pide prestado) pero también es confianza en particulares cadenas de conversión entre valores de distinta naturaleza. Como señalaba Carruthers en su entrevista, uno de los asuntos de la última crisis en EEUU es que se abrió la implausibilidad de una cadena de conversiones que se había asumido que funcionaba bien (de prestamos hipotecarios específicos a bonos y sus derivados). Lo que han ido mostrando los diferentes estudios sociológicos de la crisis (como los del mismo Carruthers o D. MacKenzie) es la largisima cadena de conversión y sus posibles puntos problemáticos (ratings, calculos de probabilidad, etc). Quizás algo similar sucede con las conversiones monetarias (y de pasar a asumir como dado o no que un Dolar equivale al peso de un país, etc).

    Lo que a mi juicio aun falta entender mejor es que las formas de conversación son de muy diversos tipos, algunas más institucionales (tasa de conversión que fija un gobierno), otras más socio-técnica (ratings), o de determinados agentes que viven de buscar oportunidades en la conversión (arbitraje y en cierto sentido tu comerciante)….Quizás no solo hay que estudiar los cambios entre diferentes modos de valoración sino que también la ecología de diferentes formas de conversión.

    Respecto al tipo de política que podríamos encontrar acá…supongo que es importante evitar los dos extremos: el lado neo-liberal de asumir de que no hay conversión y todo funciona bajo una misma lógica (…ver el artículo de T.Mitchell sobre el programa de derechos de propiedad en egipto…en Do Economists make Markets…) y también evitar la esencialización de que existe una economía solidaria allá afuera, totalmente diferente y no convertible con el resto de las prácticas “comerciales”. Quizás hay que tratar de ir caso por caso hacia facilitar conversiones que eviten una concentración desmesurada…pero todo esto es especulación. Feliz de oir tu opinión. Slds.

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