El laberinto de la moneda y las finanzas: una introducción

[En las próximas semanas publicamos con Alex Roig el libro El laberinto de la moneda y las finanzas, que recoge contribuciones de Jane Guyer, Bill Maurer, Bruno Theret, entre otros – incluidos los colaboradores de este blog Daniel Fridman, Taylor Nelms y Ariel Wilkis. Aprovechamos el presente post para compartir la introducción del libro]

Los textos reunidos en este libro fueron, en su primera versión, presentados en el Seminario Internacional «Moneda, finanzas y distribución de la riqueza» que organizamos en el Centro de Estudios Sociales de la Economía (CESE) del IDAES/UNSAM en diciembre de 2012. Esta invitación no era un punto de partida sino uno de llegada. Un rico intercambio previo veníamos sosteniendo con los autores de esta compilación, y con muchos otros colegas que no estuvieron por diferentes motivos. Estas conversaciones animaron gran parte de nuestro programa de trabajo en el CESE desde 2006. El encuentro de diciembre duró tres días, convocó a sociólogos, antropólogos, filósofos y economistas de Argentina, Brasil, EEUU, Francia, y fue pensado para poner en perspectiva de las grandes preguntas de las Ciencias Sociales los desarrollos recientes de los estudios sociales de la economía. Nuestro programa de investigación es deudor de un campo académico transnacional, sumamente dinámico y robusto donde el mundo económico es escudriñado por la sociología, la antropología y la historia.

La provocación que nos animó a organizar el seminario fue recoger los tópicos centrales de las Ciencias Sociales como la desigualdad, el poder o la integración social y sugerir que hoy en día no pueden ser pensados por fuera de las formas monetarias y la organización de las finanzas. Esta invitación expresaba las razones que tallaban nuestras obsesiones por entender que la moneda y las finanzas ocupaban un capítulo cuya ausencia provocaría un vacío insalvable en la comprensión de la trama central de la vida social y política contemporánea. Esta centralidad contrastaba con el escaso desarrollo en el ámbito local de líneas de investigación orientadas por estos temas. Nuestra invitación evocaba una inquietud que coronaba varios de años de reflexión conjunta.

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Laurence Fointaine (2008) publicó un denso texto historiográfico sobre la Europa pre-industrial orientado a mostrar cómo los sistemas de créditos y deuda estaban incrustados en la vida popular. Fointaine propone una argumentación convincente sobre las causas del descuido de las finanzas en la literatura centrada en este periodo. Preocupada por la crisis de los sistemas de protección social ligadas al empleo, la historiografía miró el pasado para comprender su genealogía, pero al hacerlo desentendió otras fuentes de integración y conflicto que conectaban a las personas a la vida colectiva. La provocación que nos sugiere Fointaine es la siguiente : ¿y si en lugar del trabajo reconstruimos la integración social de los desvalidos también a partir del dinero y las finanzas ? ¿Y si son estos las que expresan mejor el cuidado y el calor que la sociedad le provee (o no) al individuo? ¿Si los tomamos en cuenta como cruciales fuentes de conexión social? Estas preguntas movilizan una imaginación contra intuitiva, una en la cual Georg Simmel y Marcel Mauss le ganan la parada a cierta ontología laboral ligada a la sociología de Emile Durkheim y la obra de Karl Marx, dónde el dinero y las finanzas tuercen la narrativa centrada en el trabajo. Ellas evocan el malestar con respecto a esta narrativa y fundamentalmente a cómo la formula trabajo=integración social opaca sensibilidades e instituciones sociales, y no permite un álgebra más completa.

Nos gustaría compartir en las páginas que siguen cómo hemos elaborando los pilares de este programa que invita a pensar al dinero como el gran conector social. Los materiales aquí reunidos son aportes producidos para expandir esta mirada.

Del trabajo al don, del don a la moneda.

Durante estos años, no existió otra lectura que haya generado tanta pregnancia sobre nuestras ideas como la del texto Ensayo sobre el don de Marcel Mauss. Si Ensayo se inscribe en la saga de La División del Trabajo Social, al heredar la preocupación por la cohesión social, sus respuestas inspiran otras reflexiones que las legadas por Durkheim. El Ensayo sobre el don es un texto de viajes. Marcel Mauss lo anunciaba en los primeros párrafos: sus páginas nos pasearían por el tiempo y por el espacio hacia lugares alejados, pero también cercanos, a momentos pasados y actuales. El don haría de brújula: bajo su guía no habría de perderse, por su medio hallaría siempre un camino por donde explorar las realidades concretas y completas de espacios y tiempos tan heterogéneos. En todos ellos, encontraría dónde alojar la pregunta sobre la conexión entre las personas. Y la respuesta sería siempre una oscilación dramática entre el desinterés y el interés, la sujeción y la autonomía. El don fue el transporte para recomponer las conexiones entre fragmentos de la vida individual y colectiva. Ese viaje dejaría su estela sobre la palabra integración, tan cara a la tradición sociológica y política en la que Mauss abrevaba. Su significado sufriría una torsión al asumir esas oscilaciones, como un nervio interno de las conexiones entre las personas. Esa torsión será fruto de otro agregado: El Ensayo es un ensayo sobre la moneda.

En una extensa nota al pie, Mauss entra en una polémica con Bronislaw Malinowski. Las monedas, escribe Mauss, no son únicamente las modernas, “las nuestras”. Desde esta lectura, Mauss nos invita a imaginar a todos los objetos que son narrados en el Ensayo como monedas: cumplen la función de medios de pago y también, en algunos casos, de medidas de valor. En la misma nota al pie el autor nos transporta a su texto de 1914: Sobre el Origen de la Noción de Moneda. Ahí comprendemos no sólo el origen religioso de los valores monetarios sino también que la autoridad tienen un fundamento monetario y la moneda funda autoridad. En el Ensayo este argumento se ve complementado o robustecido con un agregado. El don puede ser pensado cómo moneda de autoridad y de integración, de poder y conexión. Vista desde “arriba” su circulación refuerza la creencia en la autoridad, vista “desde abajo” su circulación refuerza la creencia en la participación en una vida común. Mucho tiempo después el antropólogo Keith Hart (2000) nos ayudará a descifrar la moneda a partir de sus dos lados, como relación con el Estado y como relación inter-personal, su cara y ceca.

Esta lectura de Mauss va al encuentro de otra no menos relevante para nuestras conversaciones. Si hay una línea conceptual que asocia a Durkheim con Marx, ambos como representantes de una cosmología laboro-céntrica, ya sea porque el trabajo es portador del despliegue del ser genérico o porque funda la cohesión en las sociedades modernas, hay otra que asocia a Mauss con Georg Simmel. Al igual que el primero, para el sociólogo alemán el dinero es portador de una promesa irreemplazable: ser el gran conector social. El dinero carga la posibilidad de un relacionismo generalizado. Todas las cosas y personas pueden ser conectadas por el dinero. Como el don-moneda maussiano, un acto de fe y confianza funda el valor del dinero en Simmel. Las tradiciones se cruzan para cargar al dinero de un espesor religioso que será difícil de obviar si se pretende capturar su sentido profundo.

Moneda: homología y diferencia.

No hay que hacer mucho esfuerzo sino tan sólo dar un paso más para pensar que la moneda como variación del don es un hecho social total, a su vez política, económica y simbólica, una figura conceptual y metodológica que captura la sociabilidad humana en su integridad. Justamente al mostrar el carácter paradojalmente obligatorio del don, Mauss nos abre a la comprensión englobante de relaciones de trabajo, financieras o fiscales. El don ofrece una homología estructural desde la relación tríadica, pero a condición de mostrar lógicas prácticas distintas. El don acerca lo que aparece separado sin aniquilar la diferencia. No es lo mismo trabajar, pagar impuestos o endeudarse.

En toda relación de producción se “da” el trabajo, se “recibe” el trabajo y se “devuelve” bajo forma de salario o ingreso. Lo que se dio, es tiempo de trabajo y energía, fuerza de trabajo actualizada, potencia manifestada y desgastada, vida nunca compensada por el peculio. La imposible equiparación de lo dado con lo devuelto funda el plus-valor, y es a su vez el excedente que sigue flotando en la relación de producción, es la deuda de los propietarios de los medios de producción hacia los trabajadores. El dinero viene a objetivar este desfasaje insoluble entre la vida dada y el salario recibido. Lo dado es inconmensurable. Cualquier medida de la fuerza del trabajo es un fetiche (Marx), produce una mercancía ficticia (Polanyi), manifiesta un simulacro (Klossowski). Ahí se juega como en las finanzas, la confianza o su desafío. Es a través de un proceso contable a posteriori que se pretende cerrar el ciclo del don, suturar la diferencia. La creencia en la veracidad de esta operación, o la idea de que hay un fundamento sustancial de un valor a priori forma parte de la dominación misma, de la disimulación de un don regresivo en el sentido que lo devuelto es menos que lo dado fundando una deuda. La relación financiera tiene ahí su homología y su diferencia. Lo dado no es el crédito, sino la prueba por parte del futuro deudor de su compromiso de devolución. Lo dado en la relación financiera es la prueba del pago, es el historial crediticio, es la manifestación corporeizada del compromiso (Lazaratto, 2013), es la demostración de un capital moral (Wilkis, 2013). Lo que se devuelve es el crédito, que encierra al sujeto en la necesidad de mostrar permanentemente su sumisión, no tanto al proceso productivo sino a su disponibilidad plena para la renta futura. El dinero es la escritura de la deuda, de la relación política y económica que atraviesa toda relación de trabajo, fiscal y, cómo veremos en detalle a lo largo de este libro, financiera. Esta misma moneda sirve para pagar los impuestos, otra relación de deuda fundada esta vez sobre la circulación de las obligaciones jurídicas.

En nuestras sociedades centradas en el derecho, el gasto del Estado es condición concreta de la realización del derecho. El pago de tributos es manifestación de una pertenencia a una comunidad. La dimensión sagrada y religiosa de la moneda como autoridad se manifiesta en los vínculos fiscales, deudas dichas por la ley, y que expresan tanto la obediencia como el desafío al poder del estado. Moneda del trabajo, moneda de la finanzas, moneda fiscal todas expresan la trama paradojal de deudas que integran y tensionan la vida social. Misma lógica estructural, distintas instituciones, el mismo médium; la diferenciación social descripta por Norbert Elias, no implica el fin de la sociedad: la moneda recompone lo que las prácticas fragmentan. El don a través del dinero se convierte entonces en un arquetipo, en una herramienta conceptual y metodológica para pensar el conjunto de relaciones monetarias que atraviesan las vidas cotidianas de las personas y de las cosas.

Un laboratorio monetario

El mundo popular fue nuestro primer laboratorio donde ensayar estas ideas sobre el dinero y las finanzas. Las ciencias sociales han tendido a fragmentar el conocimiento de las sociedades latinoamericanas (Trindade et. al, 2007). Las interpretaciones ya no pueden congregar un concepto fuerte de sociedad para reponer la cuestión de la integración social, como lo habían hecho –por ejemplo– quienes se embarcaron en el pasado en las controversias sobre la marginalidad o la democracia (Wilkis, 2013). Los conceptos ensayados, que conforman una lista extensa, compiten entre sí. Se desarrolló una oferta diversificada, múltiple y fragmentada de mediaciones: la política, la religión, la cultura, la familia, el trabajo, la economía. La mediación política ofrecía la reivindicación de la acción colectiva, la resistencia y la protesta, o tendía a marcar la despolitización o la dominación en redes políticas como las clientelares. La mediación económica ofertaba reivindicar nuevas formas de organización como la autogestión, las estructuras solidarias o la dependencia de la ayuda social. Estas oscilaciones pueden mostrar matices, pero siguen moviéndose en mediaciones fragmentadas y discontinuas unas de las otras. El mundo popular se constituye por una superposición de mediaciones que arrastran la pérdida de una unidad.

Argumentamos a favor de considerar al dinero en el mundo popular como una vía conceptual y metodológica para conectar los diferentes fragmentos de la vida social. Como vimos, la sociología del dinero francesa clásica (como es el caso de Marcel Mauss) y contemporánea (como es el caso de algunos autores de la teoría de la regulación: A. Orlean, M. Aglietta, F. Lordon, B. Theret) han apostado por considerar el dinero como un operador de totalidad. También la sociología del dinero de Georg Simmel (1996) va en este sentido: el dinero permite un relacionismo generalizado, pone en conexión todos los elementos de la vida social a su vez que puede desvelar sus especificidades.

Las etiquetas más usadas para nombrar a la economía popular suelen proponer una dimensión de análisis que define ese universo de prácticas y relaciones sociales. Por ejemplo, la categoría de pobreza le presta atención a la escasez. La categoría de la economía social hace lo suyo con la solidaridad. Si seguimos pasando revista por las diferentes categorías veremos que la informalidad hace foco en la falta de regulación o la economía ilegal en el incumplimiento de normas del derecho penal. Sin embargo, la economía popular está atravesada por lógicas plurales que ninguna de estas etiquetas capta por si sola. Podemos preguntarnos: ¿Cómo analizar las ganancias en esta economía desde una categoría que sólo analiza la escasez? ¿Cómo las relaciones mercantiles desde aquella que acentúa la reciprocidad por fuera del mercado? ¿Cómo hacerlo con la competencia y conflicto desde aquella que acentúa la solidaridad?   Tampoco, a fuerza de acentuar una dimensión de análisis, logran mostrar conexiones y regularidades que atraviesa un mundo de prácticas y relaciones sociales plurales.

La economía popular engloba posiciones sociales, una forma de jerarquía que el dinero objetiva, tanto por sus montos como por sus lógicas. El dinero y su análisis dan cuenta de estas lógicas sociales sin converger hacia una definición definitiva del dinero o de lo popular. Nuestra lectura fue una apuesta a reconstruir una pluralidad de dinámicas monetarias y sus conexiones que desbordan las etiquetas más usuales para nombrar la economía popular. Esta perspectiva propone ver la continuidad de estas dinámicas en espacios tratados comúnmente como separados y de manera opuesta (mercantiles, no mercantiles, formales, informales, legales, ilegales, domésticos).

Desde esta óptica, el dinero se convierte en el transporte para recomponer las conexiones entre fragmentos de la vida individual y colectiva. Actúa como una unidad de cuenta y pago de obligaciones y de conflictos, de solidaridades y de jerarquías, de reconocimientos y de sospechas, de afecto y de dolor. El dinero encarna un símbolo de integración en la colectividad (como lo pensaba Simmel) pero, bajo las torsiones que a esta noción le imprime un texto como Ensayo sobre el don. La integración y la sujeción no son dos sino una misma cara del dinero. Visto desde el prisma, el mundo popular se inscribe en una socio-antropología del dinero que permite responder a las preguntas clásicas de la sociología ahora deslizadas por las finanzas. Los textos de esta compilación también buscan estas respuestas.

La política del dinero, el cuerpo de la sociedad.

La primera parte de este libro está compuesta por variaciones conceptuales del dinero y las finanzas.

En Marginal Gains, Jane Guyer proponía pensar la economía en función de lo blando o lo duro de sus monedas. De la misma forma, ahora, nos invita a imaginar la economía desde las plataformas para captar lo concreto más que lo “real” (Capítulo1). Es mucho menos las ideas que nos hacemos de la economía, aunque ellas la performen, y mucho más su existencia concreta lo que importa. Los clivajes ideológicos entre posiciones pro-mercado vs posiciones pro-Estado pasaron de largo aquello que los une. Contenida por el Estado y por el Mercado, la moneda los desborda cómo vinculo social, se encuentra antes y después de la política y antes y después de la economía. La moneda es, para pensar junto a Guyer, una plataforma.

Las opiniones y sentimientos sobre la moneda no son monopolio de los expertos de la economía sino que están esparcidos por el espacio social uniendo y enfrentando a las personas y grupos sociales. Cómo se produce, usa y circula arroja varias pistas para volver comprensible el tipo de modelo de integración social que se está construyendo en cada época. Quienes ganan y pierden a través suyo. Como se jerarquizan las personas y las cosas. No es un símbolo neutro ni transparente, no lubrica la vida social cómo un aceite a un motor. Como bien nos lo recuerda Bill Maurer (capítulo 2) en este libro – comparando el Sigloi de la Persa antigua con las monedas telefónicas contemporáneas – la moneda está marcada en su circulación, tiene la memoria de su calidad, de sus relaciones políticas. En eso reside su “peso”. En este sentido, el dinero no es solamente un equivalente general en las esferas del intercambio, permite convertir entre sí lógicas distintas y aparentemente contradictorias. Es lo que nos marca Bruno Théret (capítulo 3) cuando describe al trípode de la moneda como un operador de la totalidad social. También cuando leemos a Michel Foucault y encontramos una teoría del dinero como simulacro (Marie Cuillerai, capítulo 4), en la cual aparece con toda fuerza una concepción singular de la política.

El dinero, ya sea pesando como plataforma, recuerdo, totalidad o simulacro le brinda cuerpo y sentido a las conexiones sociales. Es conexión de integración pero también de conflicto. Se busca controlarlo y disciplinarlo porque a través suyo los grupos y las personas expresan sus antagonismos y sus luchas. En la segunda parte de este libro encontramos diseminada esta idea en varios temas, lugares y contextos históricos.

Daniel Fridman nos propone entender la producción de los sujetos económicos que surgen de la financiarización durante la última dictadura militar argentina (Capítulo 5), Lorena Cobe analiza los procesos socio-históricos que produce las élites bancarias en pleno proceso neoliberal en Argentina (Capítulo 6), Pablo Chena muestra el rol de las reglas monetarias para regular la relación de deuda en un contexto creciente de dominación de los acreedores sobre los deudores (Capitulo 7). La sociología propuesta pretende captar las prácticas concretas sostenidas y producidas por la moneda. En el análisis del crédito (Ariel Wilkis, capítulo 8) o del ahorro (Alexandre Roig, capítulo 9) de los sectores populares de Buenos Aires se sigue esta metodología. Analizar los objetos sin disociarlos de las prácticas, pensar las prácticas financieras en su relación con sus soportes materiales y morales.

Si la relación de producción funda deuda con el pasado, con la vida ya destruida, la relación financiera compromete la vida futura, la energía por venir. Lucia Müller (capitulo 10) muestra cómo en el Brasil contemporáneo las políticas estatales fueron centrales en producir esta relación al futuro. Taylor Nelms (capítulo 11) hace lo suyo con el endeudamiento entre los comerciantes de los mercados populares de Quito. Juan Obarrio (Capítulo 12), por su parte, nos recuerda la relación entre deuda, ley y moneda para pensar las relaciones de parentesco en Mozambique.

En definitiva, los textos reunidos en este libro permiten comprender cómo las reglas sociales de la moneda, sus usos y sentidos, sus formas y materialidades, dan cuenta de un régimen de gubenamentalidad, define a las élites como a los subordinados, transforma la valorización de las cosas y las personas. El análisis del dinero raja el velo sobre la jerarquización de las sociedades igualitarias. La moneda se vuelve método de conocimiento de una praxis que no desmiembra el cuerpo social, que piensa un mundo (cada vez) más financiarizado. A fines del siglo XIX principios del Siglo XX todos los sociólogos se preguntaban porqué seguía habiendo sociedad a pesar de la crisis de los lazos tradicionales. La sociedad industrial respondía a estos interrogantes. Frente a la financiarización del capitalismo la misma pregunta revive: ¿Por qué sigue habiendo sociedad a pesar de la crisis de los lazos industriales? La sociedad financiarizada responde a este interrogante produciendo nuevas formas de sujeción y de integración. Nos toca ahora interrogar las finanzas desde la moneda para iniciar un trayecto en su laberinto.

Alexandre Roig & Ariel Wilkis

Bibliografía

Fontaine, Laurence (2008): L’économie morale. Pauvreté, crédit et confiance dans l’Europe préindustrielle, París, Gallimard.

Hart, Keith (2000): The Memory Bank, Profile Books, Londres.

Simmel, Georg (1996): Philosophie de l’argent, París, Presses Universitaires de France.

Trindade, Helgio (org.) (2007): Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva comparada, México, Siglo XXI.

Wilkis, Ariel (2013): Las sospechas del dinero. Moral y economía en el mundo popular. Paidos, Buenos Aires.

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